Entrada 04. La travesía que tienes en tu cabeza y la que haces
Siempre había pensado que preparar una travesía era cuestión de revisar el parte meteorológico, cargar algo de comida, y salir a navegar. No fue hasta que intenté mi primer gran objetivo —llegar a Tabarca— que entendí que el mar tiene sus tiempos… y sus exigencias.
Mi barco, un Astraea Albatros, descansa en el fondeadero de La Puntica, en el extremo norte del Mar Menor. Desde allí, hay unas cinco millas hasta el puerto Tomás Maestre, el único paso navegable al Mediterráneo a través del canal del Estacio. En mi cabeza, ese tramo inicial iba a ser sencillo: una hora a vela y como mucho apoyaría un poco con mi pequeño torqeedo eléctrico, sin prisa pero tenía que llegar a la apertura del puente de las 10h. Lo había visualizado muchas veces pero esa mañana el viento venía del sur.
La realidad fue muy distinta.
El viento en contra, la batería y la paciencia
Ese día el viento soplaba justo en contra, lo tendría a favor para llegar a Tabarca, pero primero tenía que llegar al canal de salida del mar menor a 5 millas al sur. Iba con mi Torqeedo 1003, un motor eléctrico de casi 3 CV. No quería gastar mucha batería así que saqué velas y me puse ha hacer bordos apoyado con el motor. Cuando dieron las 9:30h acepté que no llegaría a la apertura de las 10h y que lo haría a las 12h, así que apagué el motor y me limité a ir a vela con mis bordos. Para ese momento ya había gastado un 40% de la batería. Tardé casi tres horas en recorrer esas cinco millas que me separaban del canal.
Una vez crucé al Mediterráneo, el viento aumentó. Demasiado para el pequeño motor eléctrico. Tuve que seguir a motor para no quedar a la deriva cerca de la bocana… y eso me costó otro 20% de batería.
Me di cuenta que con la batería restante y lo tarde que se me había hecho, no iba a llegar muy lejos, y que si empezaba a ir hacia el norte, luego me iba a costar volver a la bocana de regreso. Así que comí algo en cubierta, y tras un par de horas, en la siguiente apertura del puente, volví a entrar al Mar Menor.
Y entonces vino la lección.
Me quedé sin batería... y aprendí a prever lo imprevisto
En plena salida del canal, la batería murió. Por suerte, había dejado el génova arriado sobre la cubierta, y el viento me venía de través. Lo izé rápidamente y logré salir navegando solo a vela.
Fue ahí cuando lo vi claro: si quería hacer travesías reales, necesitaba un motor más potente. Uno de gasolina que aguante al menos un día entero funcionando si tienes el viento en contra, que tenga potencia suficiente para traerte de regreso si el viento falla.
Lecciones de aquella primera vez
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No subestimes las distancias cortas. Cinco millas pueden parecer nada, pero contra viento y corriente pueden ser eternas.
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Un motor eléctrico tiene límites. Son silenciosos y limpios, pero no son aliados cuando necesitas potencia o fiabilidad durante horas.
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El parte es tu mejor aliado, pero el plan B es tu salvavidas. Siempre ten una vela preparada, y mentaliza rutas alternativas.
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Los tiempos no son los del coche. El mar es otro mundo. Los horarios deben ser flexibles y el ego, pequeño.
Un nuevo motor, un mismo sueño
Ahora tengo un motor de gasolina de 5 CV, un mercury sailpower diseñado especialmente para veleros y aportar mas fuerza de empuje que velocidad. Ya hablaré de él en otra entrada, pero lo importante es que sigo con el mismo objetivo: llegar a Tabarca.
Esta vez espero no tener que usar tanto el motor, pero si quiero salir del Mar Menor a tiempo, sé que lo necesitaré.
Cada intento enseña algo nuevo. Y cada travesía, incluso las más cortas, te convierte en un marinero más consciente.
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